Mantener el tipo de cambio a raya se transformó en un objetivo clave a medida que se acercan las elecciones.
En una entrevista ayer por Radio Mitre, Sergio Massa elaboró una particular lectura del rebote inflacionario de enero y febrero, que incluso se agravaría en marzo. Según declaró el ministro de Economía, esto sucedió por la suba de los dólares financieros y el aumento de la brecha cambiaria. La explicación está floja de papeles: en lo que va de 2023 los precios subieron por arriba del tipo de cambio, cualquiera sea la referencia que se utilice.
Massa se aferra a esta lectura para avanzar con el canje de bonos presentado esta semana, que al menos en los primeros días logró una baja de los tipos de cambio implícitos. Con el dólar MEP a $ 375, la diferencia con el tipo de cambio oficial se redujo a 76%, cuando había superado el 90% apenas unos días antes.
Manta corta
Claro que se trata de una manta corta. La manera de conseguir esta disminución es a través de la venta de bonos dolarizados en el mercado, algo que comenzará seguramente en los primeros días de abril. Los mercados se adelantaron a la jugada y reaccionaron en consecuencia: se frenaron en seco las distintas cotizaciones de los dólares financieros. El efecto colateral fue el súbito aumento del riesgo país hasta los 2.500 puntos y el consiguiente derrumbe en el precio de los bonos, ante la expectativa de un aumento de la oferta de deuda en dólares.
La estrategia elaborada por Massa en conjunto con el secretario de Finanzas, Eduardo Setti, procura cumplir con una exigencia del FMI: dejar de utilizar reservas para contener al dólar. El instrumento elegido son los bonos en dólares, que son los que fijan un tipo de cambio implícito en el mercado.
El esquema presenta una serie de pasos. El primero es avanzar con el canje de bonos globales, es decir títulos emitidos bajo ley extranjera, que están en manos de organismos del sector público. Según las estimaciones del ministerio de Economía, el volumen involucra unos USD 4.000 millones, que incluyen las recompras efectuadas por el Tesoro en las últimas, por un valor nominal de USD 1.500 millones.
Los Globales que entren en estas transacciones serán “deslistados”. Con esta maniobra el Gobierno quiere mostrar una reducción de la deuda en moneda extranjera. Se trata de una dudosa bandera que procura recuperar la “mística” de Néstor Kirchner, cuando le pagó cash toda la deuda al FMI, por casi USD 10.000 millones. Sin embargo, nada dicen del millonario aumento de la deuda en pesos que generan mes a mes tanto el Tesoro como el Central, vía Leliqs.
En cuanto a la venta de bonos emitidos bajo ley local, bajo la sigla AL, el secretario de Finanzas aseguró que habrá licitaciones y que todo el proceso será ejecutado “de manera coordinada, prudente, eficiente, y transparente, maximizando los resultados a obtener en dichas transacciones”.
Precios de default
El peligro es que se siga derrumbando la paridad de los bonos, que en los últimos días perforaron los USD 25, precios que indican un default casi inminente. Sostener las cotizaciones de los bonos y evitar que siga aumentando el riesgo país es otro de los desafíos que enfrenta Massa. Al menos en teoría choca con la necesidad de mantener los dólares financieros bajo control.
Con ese objetivo, la idea es brindarle a bancos y empresas una “zanahoria” para aumentar la demanda de estos bonos dolarizados en pleno proceso electoral. Por ejemplo, permitiéndoles mayor flexibilidad para acceder al mercado cambiario.
Pero será todo muy gradual, por ejemplo para permitir el pago de dividendos o algunas otras transacciones puntuales. El objetivo de máxima es hoy impracticable: permitirle al sector privado que opere con los distintos dólares financieros, pero al mismo tiempo mantener el acceso al tipo de cambio oficial, es decir no perder el acceso al MULC (mal denominado Mercado Único y Libre de Cambios).
Estas ingenierías financieras, sin embargo, no solucionan el problema más acuciante que enfrenta la economía argentina: la escasez extrema de dólares en medio de una sequía histórica.
Incentivos
Massa dejó trascender que habría nuevos incentivos para los exportadores. En abril arranca el “dólar Malbec”, un tipo de cambio diferencial para las exportaciones regionales. Y sería casi inevitable avanzar con un “dólar soja 3″. De lo contrario, es muy probable que la mayoría de los productores opte por vender lo mínimo indispensable este año, a la espera de una unificación cambiaria o como mínimo un sinceramiento del tipo de cambio oficial.
Esta semana se viene con muchas novedades desde Washington. Allí viajará el presidente Alberto Fernández para entrevistarse con su par norteamericano, Joe Biden. De ese encuentro participará Massa, que planteará tres cuestiones centrales: los efectos de la sequía en la economía argentina, y la búsqueda de inversiones para sectores claves como la minería (incluyendo litio) y el sector energético (petróleo y gas).
Pero además se espera que directorio del FMI apruebe la cuarta revisión del programa con Argentina, habilitando el desembolso de unos USD 5.200 millones antes de fin de mes. De manera simultánea, darán a conocer un documento con el cambio de metas de reservas negociado con el Gobierno, que para marzo establece una reducción de USD 3.500 millones respecto a la original y USD 2.000 millones menos para fin de año.
Pero además del frente cambiario, la situación fiscal también luce sumamente comprometida. Massa mantuvo varias reuniones ayer con el secretario de Hacienda, Raúl Rigo. El objetivo es ver si existe algún otro “conejo de la galera” para cumplir con el rojo fiscal previsto para marzo, algo que faltando apenas una semana para que termine el trimestre luce como un objetivo casi imposible. Sin embargo, no está dicha la última palabra.