La otra cara de la crisis del libro: cómo la pandemia está destruyendo la industria de los manuales educativos

Cultura

Los libros pensados para las escuelas —más conocidos como libros de texto— representaban un 40% del mercado editorial argentino, pero ahora apenas alcanzan el 10%. 


Dentro del mundo editorial, hay otro mundo, más pequeño, pero con su propia lógica de funcionamiento: los libros de texto. Un libro de texto es un manual: publicaciones que se piensan estrictamente para ser leídas en el centro del proceso educativo. Los libros narrativos, ya sean infantiles o juveniles, son complementarios y quedan afuera de esta categoría. “El libro de texto tiene la particularidad que no es una compra por impulso. No es una novela que te recomiendan o que te llama la atención”, dice Sol Veesbek del sello Kapeluz, y cuenta que “la promoción es directamente en escuelas. Llegan los promotores antes de que empiecen las clases, se les muestran los distintos materiales, pero al tener una currícula las propuestas varían muy poquito de una editorial a otra. Básicamente se decide por el precio”. Es que no sólo la pandemia, también la crisis económica que ya lleva más de cuatro años modificó a toda la industria del libro —que incluye también a las librerías, por ejemplo— y así lo hizo con las editoriales que se dedican a pensar, hacer y producir libros de texto.

La caída del mercado editorial de texto desde el año 2019, porque no podemos negar que venimos arrastrando una recesión y ahora le sumamos la pandemia, es del orden del 70%. Somos un segmento que tiene trabajando a más de 5 mil familias”, cuenta Raúl Sánchez, presidente de la Comisión de Educación de la Cámara Argentina de Publicaciones y gerente general de la editorial EDIBA, y agrega: “Primero está la pasión por educar, después viene la empresa. Por eso tenemos en nuestro país editores de texto de más de cincuenta años. Hay una diversidad enorme y una excelencia académica muy grande. Nosotros no podemos hacer cualquier libro. Hay que estar muy en línea con las políticas educativas”. Por su parte, Graciela Valle, directora editorial de Santillana, afirma: “Los editores de libros de texto somos educadores, venimos de ese palo; para nosotros el libro sigue siendo una herramienta fundamental. Estando los chicos en sus casas, no es lo mismo mandarle ejercicios que tener un libro que funcione como guía. Pero este año hay preocupaciones más urgentes y dramáticas, incluso para la escuela misma”.

“En estos momentos, tan particulares, la proporción en unidades de libros de texto frente a generales ha sido de un 10% en el mercado. Mientras que en tiempos normales y desde dónde veníamos o estábamos previamente era de un 40% textos y 60 % generales así como también en unidades”. El que habla es Ramiro Villalba director de AZ Editora y parte del Grupo Educación a la Cámara Argentina del Libro. Hace unos días, la Cámara publicó un informe con los números del 2020: la producción pasó de 12,4 millones de ejemplares en 2019 a 8 millones en 2020, y si se compara con 2016 la caída es del 60%. Lo interesante, y quizás esperanzador, es que en cuanto a cantidad de títulos se produjeron más: de 27 mil en 2019 se hicieron 28 mil en 2020. Eso significa que pese a la caída del poder adquisitivo de los lectores y a la falta de infraestructura económica para mantener las tiradas de ejemplares de años anteriores, se escribe y se edita más. No es el caso de los libros de texto, porque las editoriales que los producen achicaron su plan editorial durante el 2020.

Judith Rasnosky, gerenta editorial de Estrada, agrega más precisiones sobre este submundo, el de los los manuales educativos, dentro del gran universo editorial argentino: “Son libros que no se compran por impulso. Son libros que no se compran por impulso. Requieren la mediación de las y los docentes, quienes a partir del catálogo que les acercan los representantes comerciales de las editoriales, eligen uno o varios libros para trabajar en clase. A veces también participa en este proceso el equipo directivo o de coordinación y la representación legal de la escuela. Estos libros están dirigidos a estudiantes pero quienes los compran en la librería son las familias. Esta es una de las grandes complejidades que tiene el sector, lo que nosotros llamamos “el triple destinatario”. Las tiradas suelen ser mayores porque son libros que aspiran a ser utilizados en escuelas de todo el país y todo se imprime en la Argentina”.

Cómo funciona el mundo de los manuales educativos

“En AZ nuestro pilar fundamental es la educación, los libros de textos. Hoy, en nuestra editorial, la proporción está, en cantidad de títulos, en un 40% en libros de textos y un 60% en literatura infantil y juvenil, pero en facturación y en la producción es al revés. La inversión de los libros de texto trepa a un 80%”, cuenta Ramiro Villalba y enumera quiénes participan de la producción de esos libros: autores, editores (“muchas veces son varias con especialidades, como en Matemática, Ciencias Sociales”), ilustradores, correctores, diseñadores, diagramadores, cartógrafos (“se le pide el detalle de cómo se necesitan los mapas para los libros, y eso es casi un trabajo de diseño”), asesores pedagógicos según el nivel educativo al que va dirigido el libro, fotógrafos (“en general se necesitan muchas imágenes específicas, no alcanzan con las que tenemos en nuestro banco de fotos”), programadores y docentes (“hacen el trabajo de evaluación de los libros”).

Las editoriales trabajan con promotores que van a colegios privados y públicos. Primero está lo que llaman pretemporada: en noviembre y diciembre llevan información, toman notas de las necesidades, el primer contacto de cara al año que viene. En febrero vuelven para hacer la promoción del material y mostrar los contenidos ya elaborados. Luego los docentes, los directivos, los bibliotecarios deciden qué libros van a adoptar. Y finalmente está la parte estrictamente comercial, las compras, que en general se hacen en los canales tradicionales de venta: las librerías. Raúl Sánchez, explica que “es un sector atemporal, es decir, nuestra temporalidad está sujeta al tiempo escolar. Hay una temporada en febrero de promoción y luego, en marzo, abril y algo de mayo, está la parte de ventas y del trabajo en sí. Pero después de ahí ya nos abocamos a la temporada siguiente. Todo nuestro esfuerzo anual se reduce a tres meses. Eso implica muchos riesgos: es todo o nada”.

“Los colegios deciden por el contenido —continúa Sánchez—, por su planificación o también por precio, que es lo que hoy prevalece por la crisis económica. Pero el contenido es fundamental, te tiene que servir. Hoy muchas escuelas han privilegiado la cuota por delante del libro o del uniforme. Ese 70% de caída tiene que ver con todo esto. Pero estamos en una crisis, la culpa no es de los colegios. Estamos en una situación difícil. No solo la padece el sector editorial, también todo el mundo. Pensá esto: un texto escolar es el valor de un kilo y medio de helado. Sin desmerecer el helado, que es rico, pero no nos olvidemos que el helado se derrite; el libro no, y lo tenés todo un año en tu casa o más, lo podés consultar siempre. Sin desmerecer a otros rubros, hoy estamos en ese valor. Pero, ¿ese es el valor del libro de texto? Diríamos que no, pero es el precio que da la percepción. Es un momento, además, donde hay que comprar otras cosas: las zapatillas, los útiles”.

“Las novedades tienen un peso muy importante en las ventas de cada año. Los libros de texto suelen tener una vida útil bastante corta, ya sea porque cambian o se actualizan los contenidos curriculares y los enfoques pedagógicos o porque al ser libros que se usan tan intensamente durante el ciclo lectivo requieren una renovación que acerque nuevas herramientas a las y los docentes”, dice Judith Rasnosky, y agrega que “la venta de los libros de texto es absolutamente estacional. Se desarrolla durante alrededor de 8 semanas que van desde que las familias reciben la indicación de qué libro se utilizará durante el año, hasta dos o tres semanas después de comenzadas las clases. Esto significa que los libros que no se vendieron en ese tiempo, tienen muy pocas chances de venderse durante el año. Suelen pasar al año siguiente, aunque sin ningún tipo de garantía de que puedan ser vendidos.

Cuenta Graciela Valle que “en Argentina, en un proceso de diez, doce años, hubo una especie de rueda donde las editoriales fuimos produciendo cada vez más novedades porque los docentes en las escuelas fueron valorando y requiriendo esas novedades y poniendo más el acento en la compra de libros nuevos. Para las editoriales en general las novedades nos aportaban la posibilidad de acceder a más aulas. Y cuanto más pequeños son los niños los docentes requerían libros más nuevos. En el primer ciclo pasa mucho eso. Entonces en las editoriales fuimos produciendo novedades para ese segmento todos los años: personajes nuevos, gráficas renovadas, propuestas diferentes. Con el inicio de la pandemia, el año pasado, se cerró la temporada. Y este año se hizo muy lento todo porque hubo temas más urgentes como las burbujas. Creo que este año va a ser menor la venta que el año pasado. Con esto cambia el paradigma de la novedad”.

El manual en las escuelas

“Creo que hoy el texto puede potenciarse con muchos recursos”. El que habla es Diego Di Vincenzo, docente, poeta y alguien que trabajó durante años en sellos dedicados a libros de textos. Cuenta que en sus clases del colegio usa videos, infografías, líneas de tiempo, incluso editores de video o redes sociales como medio de comunicación, “pero el texto tiene un enorme poder organizador que difícilmente se encuentre en la web, justamente por este carácter de ‘curaduría’ de los profesionales de la edición. Si hoy me preguntaran cuál debería ser el desafío de un texto como recurso de enseñanza diría que es ese: deslindar muy claramente aquello que un manual puede ofrecer y que difícilmente se encuentre en la web. Cuando se confunden los soportes por los cuales circula la información hay problemas. Por otra parte, los aportes del mundo digital imitan con poca creatividad lo que circula en forma analógica en el mundo educativo. Creo que un intento serio por producir contenido audiovisual fue el canal Encuentro (es)”.

“Hay producciones sumamente útiles para trabajar contenidos en la escuela —continúa—, por ejemplo, los históricos. Hay uno, concretamente, que se llama Doscientos años de literatura argentina, que es un intento muy serio por acercar a la escuela una aproximación programática a nuestra literatura. Sin embargo, a ese material (que no necesariamente debería hacerlo el mismo canal) le falta el resto: qué se lee, más allá del fragmento del programa, cómo se lee, cuánto se lee. ¡Y qué se hace después de leer! Esa cuestión (qué se hace) es una demanda habitual del campo docente. Es muy común oír: ‘Leamos, leamos, leamos en la escuela y que les guste, los atrape’, pero… ¿y? Digo: cuál es la diferencia de leer en la escuela, cuál es su plus. La conceptualización de esas expectativas y los modos de volverlas intervención concreta con un grupo de estudiantes a través de materiales didácticos no es incumbencia (solo) de un capo en disciplina, o de un docente especializado o un experto en didáctica… allí aparecería el editor educativo, que es capaz de organizar un principio rector para volver escolarizables y productivos esos contenidos”.

“Las editoriales educativas suelen ser aliadas centrales de las transformaciones educativas. Difícilmente los cambios de contenidos puedan llevarse adelante sin ellas. La universidad, la pedagogía, el campo disciplinar…, en nuestro país, a diferencia de otros, y por una tradición que se ha roto (porque históricamente no ha sido así), no hace alianza con la escuela, no hacen una alianza certera o productiva”, concluye.

El rol del Estado

Según los datos de la Agencia de ISBN —registro de libro para uso comercial— con que se hizo el informe de la Cámara Argentina del Libro, el 15% de las nuevas publicaciones del 2020 responde a la categoría “Infantiles, juveniles y didácticos”; es la segunda, luego de “Biografías, literatura y estudios literarios”, que representa el 17%. Además, los libros infantiles continúan siendo la temática más popular entre las novedades para el Sector Editorial Comercial (SEC) concentrado el 42% de la tirada. Y de los 8 millones de ejemplares impresos en 2020 del SEC, 3,4 millones responden a la categoría “Infantiles, juveniles y didácticos”. Sin embargo, aunque todos estos datos contienen a los manuales educativos, también se incluye a la literatura infantil y juvenil, es decir, a la ficción, a la narrativa. A veces, no siempre, esa narrativa se utiliza de forma complementaria, pero no entra dentro de lo que se entiende como libro de texto.

Algo importante es que en el informe se aclara que “no se incluyeron los 52 millones de ejemplares registrados por el Ministerio de Educación de la Nación debido a que se trata de material didáctico en formato de cuadernillos de distribución gratuita. Este tipo de impresiones no corresponde a la categoría ‘libros’, y se realizó a los fines excepcionales de acompañar la situación de no presencialidad escolar”. ¿Qué son esos 52 millones de ejemplares? Cuadernillos producidos por el ministerio para distribuir en las escuelas durante el año pasado, cuando recién empezaba la pandemia, que se hicieron con materiales donados por las editoriales. “Fue un torniquete”, dice Villalba porque “el objetivo fue abordar en muy poco tiempo la emergencia educativa”. “Durante los años previos, el Estado redujo considerablemente la política de dotación de libros y, en este sentido, el año 2020 no fue la excepción. En general no hubo compras, salvo en algún que otro municipio”, agrega Judith Rasnosky Raúl Sánchez propone: “Hay aprovechar el trabajo de los editores y trabajar en conjunto con el Estado en una política educativa nacional”.

Más allá del factor económico

“Hay una tendencia decreciente en la industria del libro educativo, se viene achicando desde hace años y la pandemia lo precipitó. Pero también hay que decir que los países que siempre se destacan como los mejores en los rankings escolares, Finlandia por ejemplo, utilizan cualquier cantidad de libros. En nuestro país está decreciendo la venta del libro escolar. Eso es así y es interesante analizarlo y no hay una respuesta única, porque la situación económica no explica todo”, sostiene Graciela Valle y abre el juego. “Las ventas están bajando un montón —dice Sol Veesbek— y uno de los motivos es la circulación de PDFs ilegales. Si eso empieza a circular de esa manera no va a haber industria”, a lo que Villalba agrega que sí, que la circulación de ese “material pirata” “ha crecido exponencialmente la piratería”. Y Raúl Sánchez completa: “Los hackeos de los materiales, las fotocopias… se generan blogs de consulta con material de los editores”.

Dice Judith Rasnosky que, “al ensayar el formato de la virtualidad, gran cantidad de docentes pensaron que podrían reemplazar el texto escolar por material proveniente de internet, quizás sin anticipar las dificultades que esto acarrea (exceso de información sin seleccionar, contenidos y actividades no desarrollados para el nivel ni la edad de los estudiantes, aparición de avisos publicitarios, etc.). Varias personas nos comentaron durante el año pasado que se habían arrepentido de no haber elegido libros, porque con ellos tienen la seguridad de que el contenido es correcto, se ajusta al diseño curricular vigente, las actividades están preparadas por profesionales de la educación, son libros especialmente diseñados para potenciar el proceso de enseñanza y aprendizaje”. “El vuelco a lo digital se fue dando de una manera medio errática, porque hacer un libro digital no es hacer un libro enriquecido, es decir, escanear un libro no es un libro digital”, dice Veesbek.

Los desafíos del mercado editorial de texto

¿Hacia dónde va la escuela, el proceso de aprendizaje, el futuro del libro educativo? ¿Cuáles son los desafíos del mercado editorial de texto? “Hay un crecimiento muy importante en el uso de los contenidos digitales. Pero para las editoriales no es algo negativo. Somos productores de contenido y nuestra especialidad es también pensar cómo presentar los contenidos de la forma más eficiente y que los libros de texto sean una herramienta fundamental para el docente y el estudiante. El libro en papel sigue teniendo un lugar clave, fundamental”, dice Ramiro Villalba y cuenta una breve anécdota: “Nosotros exportamos libros y eso nos llevó a viajar a Corea del Sur, un país con un desarrollo enorme. Y pacté una reunión con una editorial muy importante de allá para hablar de cómo trabajan lo digital, era algo que me interesaba mucho. Y cuando le pregunto me dice que lo digital es un complemento del libro en papel. Así lo piensan al libro”.

Sol Veesbek afirma que “la educación va a ir hacia lo autodidacta, mientras tanto seguimos con contenidos que están quedando viejos. Hay que hacer contenidos por módulos para que cada uno se forme, y que haya puntos consensuados. Creo que lo que va a terminar ocurriendo es que cada uno va a hacer su propio recorrido, y eso va a ser digital. Lo digital es que haya gamificación, una secuencia didáctica, videos, preguntas, resolver cosas, y que después sí vaya al papel; es como un híbrido, no un libro en PDF. Pero tenés que tener a todos los chicos con equipos en sus casas. Intuyo que con el libro no les alcanzó para las clases por zoom. En otros países ya hace rato que están con plataformas de aprendizaje. En Argentina empezó el año pasado. Además, hubo mucha oposición docente al contenido digital. Pensá que hay docentes que se paran frente a pibes que te dan cuatro vueltas en lo digital. Hay todavía un problema ahí”.

En el informe de la CAL dice que “muchas editoriales optaron por lanzar versiones digitales de novedades que previamente se habían publicado en papel”. Judith Rasnosky explica que “en el sector de libros de texto no es tan fácil, aunque hay un camino hacia ese lado. Nuestros libros incluyen gran cantidad de recursos en cada página, no solo textos informativos, sino también fotografías, mapas, ilustraciones, infografías, actividades, textos literarios de autores reconocidos, etc. Todo lo cual le da una gran complejidad al material que no siempre se resuelve con un formato de PDF o Epub, sino que requiere una edición y una programación especial. Las editoriales están invirtiendo mucho en desarrollos de plataformas digitales que permitan no solamente incluir textos didácticos sino también todos los recursos que utilizan docentes y estudiantes en el transcurso del año, incluyendo también recursos para la gestión de la clase. Son desarrollos muy costosos, que apuntan a la complementariedad entre los formatos de papel y digitales para enriquecer el material didáctico que se utiliza en las aulas”.

“Nosotros, para segundo ciclo —dice Villaba y se refiere al sello que dirige: AZ—, desarrollamos un manual absolutamente digital pensado para ser trabajo en netbooks y computadoras. En secundarios lanzamos Manifiesto donde tenemos complementos digitales: resúmenes en la voz de los autores antes de cada capítulo, por ejemplo. Está bueno que surjan propuestas accesibles con valor agregado. Un simple ejemplo es BajaLibros que trae hacia el mercado una boca de expendio. El desafío es tratar de volcar el valor hacia el libro”. En esa línea, Veesbek sostiene que “es mentira que a los pibes no les interese nada, les interesa un millón de cosas, solo que se quedó muy antigua la manera de transmitirle conocimientos, y tampoco sabemos si eso les va a servir para futuros trabajos. El libro en papel no va a desaparecer, pero hay que empezar a interpelar a los pibes con otras cosas, y ahora hay que hacerlo a la fuerza. Veo un contexto de oportunidad, pero no sólo para las editoriales como industria privada, sino para que la educación termine dando el salto hacia lo digital”.

“Si bien los desarrollos digitales son muy valorados y pedidos por los docentes (más a partir de la experiencia de virtualidad durante 2020), todavía no hay un modelo claro de negocios que permita avanzar más rápidamente hacia allí”, dice Judith Rasnosky, mientras que Graciela Valle sostiene: “El lugar del libro de texto es muy importante; probablemente esté en redefinición porque depende mucho de la definición del lugar del libro en el contexto educativo, que hoy está, creo yo, en un momento medio bisagra”. “Hoy se duda de que un texto escolar es esencial para un chico. Antes no se discutía. Hoy te puedo decir que el libro de texto impreso es la única tecnología real y posible para todos los chicos de Argentina, el último elemento tecnológico que genera equidad”, dice Raúl Sánchez y concluye: “No sólo se trata de darle contenido, también de contenerlo. Por eso es un arma principal en estos momentos”.

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