“Al encontrar las cadenas cerradas, se produjo un agujero y muchas librerías pequeñas lo supieron aprovechar”, sostiene Juan Manuel Pampin, vicepresidente de la Cámara Argentina del Libro, sobre la encuesta presentada, donde se cuenta cómo sobrevive este sector clave de la industria.
Ya pasó un año desde que se decretó la cuarentena inicial tras la sorpresiva e inédita pandemia. Primero fue cierre total de las librerías, luego, de a poco, comenzaron a abrir. Pera nada volvió a ser igual. Entonces libreros y lectores tuvieron que adaptarse a la nueva realidad. ¿Cuál es la situación actual y qué conclusiones se pueden sacar? La Cámara Argentina del Libro (CAL) presentó un informe sobre este sector clave de la industria del libro.
A través de una encuesta desarrollada por Comisión de Comercio Interior de la CAL, se plasmaron las distintas reacciones que las librerías tuvieron frente a la pandemia y a los efectos del ASPO/DISPO, además de cómo las afectó durante el 2020 en los niveles de venta y de recepción de novedades por parte de las editoriales.
“Para no basarnos siempre en supuestos, queríamos encontrar los números que veíamos a diario”, dice Juan Manuel Pampin, vicepresidente de la CAL, coordinador de la comisión encargada del informe y director de la editorial Corregidor, que lleva 50 años imprimiendo libros. “Lo que mas me sorprendió fue la capacidad de adaptación de las librerías mas pequeñas; creo que, en cierto sentido, fueron las que menos sufrieron”, agrega.
El informe se realizó en base a una encuesta a 140 librerías de todo el país, con una importante centralización, del 40%, en CABA y GBA. Allí se revela que el 51% de las librerías relevadas cuentan con una librería online, de las cuales el 32% la abrió durante la pandemia. El comercio electrónico en 2020 pasó a representar casi el 40% de la facturación de las librerías, lo que implicó una suba del 144% respecto a las operaciones de comercio electrónico del año anterior.
La caída de ventas generalizada aparece en el rango que va del 26% al 50%, aunque las librerías virtuales sintieron mucho menos ese descenso abrupto de la venta que afectó de lleno a aquellas librerías con local a la calle. Además, las que tienen un local se han visto en enormes dificultades para solventar alquileres, sueldos, servicios, etc.
“Al encontrar las cadenas cerradas, porque la mayoría están en shoppings o en avenidas, se produjo un agujero y muchas librerías pequeñas lo supieron aprovechar”, sostiene Pampin. “Las librerías mas grandes tenían los porcentajes mas pequeños de venta de comercio electrónico. En cambio, las librerías pequeñas se adaptaron: después del cierre, por ejemplo, los dueños agarraban los paquetes y salían a repartir”.
“En promedio un libro cuesta $900. Además tenés el costo del envío, unos $300. Un celular cuesta mucho más pero sale lo mismo enviarlo. Nosotros tenemos algo que tiene mucho valor y poco precio”, reflexiona. “Los libreros se vieron en la necesidad de reinventarse. Una de esas formas era repartir los paquetes. El libro tiene varios curadores: el primero es el editor, pero el segundo es el librero. Es un trabajo de trasmisión generacional… son hijos, nietos… formar un librero lleva tiempo”.
Por un lado, que te envíen el libro es una comodidad, pero también lo tenés que esperar, sobre todos los compradores de AMBA, que estamos mal acostumbrados. Todo nos tiene que llegar rápido y gratis. A partir de la pandemia aprendimos que el envío tarda y cuesta. Pero tenés el pulso del pequeño libero: por más libros te absorbe el dinero del envío”, dice y, minutos después, concluye: “Yo creo que esto va a perdurar”.