Con solo 25 años, su filme “Mamá, mamá,mamá” ha obtenido menciones, premios y críticas positivas alrededor del mundo.
Con su ópera prima Mamá, mamá, mamá, la joven directora argentina Sol Berruezo Pichon-Rivière ha realizado una presentación en sociedad que se ha llevado premios y causado una profunda impresión en los festivales que ha participado.
La película se estrenó mundialmente en la Berlinale, donde obtuvo la mención especial del jurado internacional en la sección Generation Kplus, luego de haber ganado el primer premio del concurso ópera prima del INCAA. Tuvo su estreno nacional en el Festival de Mar del Plata, para luego pasar por los Horizontes Latinos del de San Sebastián, el alemán de Mannheim-Heidelberg, el de Mujeres de Corea, el polaco Kinowtrampkach (donde se quedó con el El Gran Premio), y en la actualidad es una de las cintas más destacadas de la programación del Festival D’A de Barcelona.
La película presenta la historia de Cleo, una niña de doce años que afronta una pérdida, y es acompañada por sus primas -Nerina, Manuela y Leoncia- mientras su tía intenta consolar a su madre. En ese trasfondo, cada una de las niñas refleja distintas etapas de la madurez femenina: Nerina busca atraer al primer hombre que ve cerca, Cleo tiene su primera menstruación, Manuela se pregunta cómo es un primer beso y Leoncia mantiene la picardía y la inocencia de la niñez.
“Mamá… propone un punto de vista distinto, ver otras facetas de la infancia que a veces son tabú, como la tristeza. La película retrata puntualmente el pasaje de la infancia a la adolescencia, pero en el mundo femenino”, dijo a Infobae Cultura, sobre la película.
“El impresionante debut de la directora argentina Sol Berruezo Pichon-Rivière pinta un delicado cuadro de la feminidad en diferentes etapas de la vida. Incluso detrás de la cámara, solo mujeres trabajaron en la película. La atmósfera de ensueño y elegíaca recuerda a Las vírgenes suicidas de Sofia Coppola. Una película cargada de energía mágica sobre el dolor y la iniciación de una adolescente“, la reseñaron desde el IFFMH, el Festival Internacional de Cine de Mannheim-Heidelberg.
Y es que como se apuntó desde el IFFMH, no solo el elenco estuvo integrado por mujeres, sino también el equipo de rodaje: “Como la idea era contar la intimidad de una niña, me pareció una linda decisión artística que fuera un set de mujeres, sobre todo para cuidar a las actrices, y como una forma de demostrar que es posible cubrir todos los roles con mujeres y que es necesario incorporar la mirada femenina en el cine”, comentó.
Egresada de la carrera de Realizadora cinematográfica en la Universidad del cine de Buenos Aires, es con 25 años la directora de cine más joven del país, y más si se tiene en cuenta que comenzó a filmar Mamá, mamá, mamá solo con 22.
En una entrevista con el medio español Coolt, donde se compara al filme con Abrir puertas y ventanas (2011), de Milagros Mumenthaler, y La ciénaga (2001), de Lucrecia Martel, afirmó: “Creo que en la obra se resignifica lo vivido, y a veces hay que empezar por la infancia a exorcizar ciertos demonios. Es verdad que en el cine hecho por mujeres está esa tendencia de deconstruir la idea de inocencia de la infancia, quizás porque lo femenino y lo infantil están ligados en esa idea de pureza, por la maternidad. Pero, en mi caso, lo que más me fascina de la infancia es lo que tiene de azaroso e incontrolable. No puedes controlar a los niños y adolescentes en un rodaje, y eso me parece muy creativo”.
Sobre la escena con la que se abre la película, en la que una niña se ahoga en la piscina de la propia casa, explicó a Télam, durante el rodaje: “La decisión fue primordial, porque el conflicto no es eso, que en una película normal sí lo podría ser, sino que es sobre la visión de estas niñas acerca de la muerte y las no palabras que trae la muerte. Me importaba mostrar este punto, entre los 11 y los 12 años, que para mi no está contado en el cine y que es un momento de transición muy íntimo y particular”.
“La adolescencia es una etapa muy contradictoria en emociones. Hay una parte que tira a la vida, y otra que tira a la muerte. El cuerpo sigue pidiendo nuevos estímulos, pero hay otra parte que se resiste a crecer, y eso que es inherente a la adolescencia se acentúa cuando, como elegí yo, está realmente atravesado por la muerte”, agregó.
Berruezo Pichon-Rivière nombra entre sus influencias no solo a Las vírgenes suicidas de Coppola, pero sobre todo a Jeffrey Eugenides, el autor de la novela que “siempre habla de mujeres y de transgénero” y al filme Innocence (2004), de la francesa Lucile Hadzihalilovic: “Otra película de niñas. Me voló la cabeza ver que se podía sumar fantástico, terror e infancia en una misma obra. Me pareció muy atrevido”.
Su próximo filme se llamará Nuestros días más felices, y ya se encuentra en la sala de montaje, y se rodó solo en un mes, cuando la cuarentena obligatoria se abrió para las producciones audiovisuales. Fue “gracias a que, con mi productora Laura Tablón (la misma de Mamá, mamá, mamá), logramos el apoyo del Biennale College de Venecia.”
La historia rondará alrededor de la relación entre una mujer mayor y su hijo treintañero: “Mantienen una relación un poco tóxica, porque el hijo nunca tuvo pareja, ella se quedó viuda, y tienen una rutina como de matrimonio desgastado. De un día para otro le anuncian un cáncer complicado en el cerebro, y de la noche a la mañana se despierta convertida una niña. Piensa como una señora, pero en el cuerpo de una niña. Le dice: ‘soy tu mamá, pero con un cuerpo chiquitito’. Luego llaman a la hija, que se fue hace tiempo de casa, y se da una restructuración familiar. Es una manera de hablar de la vejez y de la muerte con una metáfora fantástica, que es la transformación de cuerpo, y cómo el círculo familiar cambia, y se produce una inversión de roles. Al final, la necesidad de afecto de los padres vuelve a ser una necesidad primaria, como cuando eres bebé”.