El Presidente coloca entre paréntesis sus diferencias personales e ideológicas con el mandatario brasileño y viajará a Puerto Iguazú para fortalecer una relación bilateral que es clave para el Mercosur y su agenda global.
Alberto Fernández se reunirá con Jair Bolsonaro en Puerto Iguazú para suavizar una relación personal y política que aún complica la agenda bilateral entre Argentina y Brasil y frena las posibilidades de crecimiento económico e influencia global del Mercosur. El cónclave entre ambos mandatarios ocurrirá hacia fines de marzo, y sucederá durante un encuentro extraordinario del Mercosur convocado para rendir tributo a sus 30 años de creación formal.
El presidente es amigo de Lula da Silva y considera que Bolsonaro ejecutó una persecución política contra el líder del Partido de los Trabajadores. Este análisis personalísimo de Alberto Fernández enfrió las relaciones diplomáticas entre la Casa Rosada y el Palacio del Planalto.
En este contexto político, Eduardo Bolsonaro -hijo de Jair- posteó una agresión mediática a Estanislao Fernández, hijo de Alberto. El Presidente argentino leyó el tuit, se mordió la lengua y puso en el freezer a su colega de Brasil. “Le hice la cruz”, comentó Alberto Fernández en Olivos.
Este clima diplomático entre ambos socios del Mercosur causó un mini crisis política en el Gabinete cuando Gustavo Beliz y Felipe Solá visitaron a Bolsonaro en Brasilia y se sacaron una foto sonriendo frente a las cámaras oficiales. Alberto Fernández cuestionó fuerte al Secretario de Asuntos Estratégicos, y al canciller -durante semanas- le clavó el visto a sus chats de WhatsApp.
A la situación judicial de Lula y la agresión hacia su hijo Estanislao, el presidente sumó la posición de Bolsonaro respecto a la crisis institucional en Bolivia -con la caída de Evo Morales-, la agenda compartida de Brasil junto a Donald Trump en el caso Venezuela y la dirección de sus votos en la Organización de Estados Americanos (OEA).
La distancia entre Alberto Fernández y Bolsonaro afectaba la relación bilateral y transformaba al Mercosur -de a poco- en un especie geopolítica en extinción. Pero la derrota de Trump frente a Joseph Biden, una nueva perspectiva presidencial sobre las relaciones exteriores de la Argentina y la designación de Daniel Scioli como embajador en Brasilia, abrieron una ventana de oportunidad que permite explicar la próxima cumbre bilateral en Puerto Iguazú.
Bolsonaro había plegado su agenda regional a los intereses de Trump en la Casa Blanca. Biden piensa distinto que su antecesor republicano, y al Presidente del Brasil no le quedó otro caminó que morigerar su política exterior para América Latina.
Alberto Fernández entendió el nuevo sesgo de la diplomacia brasileña y trazó una estrategia regional que implica una agenda de intereses comunes que una a América Latina desde Chile a México. Y Bolsonaro es clave en esta nueva mirada, porque Brasil es el segundo estado de la región. Y sin Brasil, los planes diseñados en Olivos tienen una debilidad estructural que la voluntad de un presidente no puede suplir.
El cambio de paso en el Palacio del Planalto y la nueva estrategia diplomática de Balcarce 50 fue capitalizada por Daniel Scioli. El embajador argentino en Brasil sedujo al gobierno de Bolsonaro y empuja acuerdos bilaterales que van desde la venta del camarón a la fabricación de vehículos blindados con financiamiento del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES).
La suma de estos tres factores -derrota de Trump, nueva agenda diplomática del Gobierno y el frenesí personal de Scioli- convergieron en una decisión política que comparten Alberto Fernández y Bolsonaro: ya es hora de estar a solas, mirarse de frente, ajustar cuentas y dar vuelta la página.
Sin embargo, y pese a la predisposición de ambos mandatarios, la cumbre en Puerto Iguazú no implicará enterrar todas las diferencias estructurales del Mercosur. Bolsonaro junto a Luis Lacalle Pou anunciaron ayer en Brasilia que buscan un bloque regional “más flexible” en un sistema económico atravesado por la pandemia del COVID-19.
Y esa flexibilidad significa que cada estado miembro del Mercosur -Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay- podría cerrar acuerdos comerciales al margen del bloque común, una alternativa jurídica que Alberto Fernández rechaza hasta que que la situación económica en América Latina recupere sus mejores niveles históricos del siglo XX.
La cumbre entre Alberto Fernández y Bolsonaro podría ocurrir el 26 o el 30 de marzo de 2021. Esas son las fechas tentativas. Y además habrá una deliberación formal de los socios fundadores del Mercosur junto a Chile y Bolivia que son estados asociados. La agenda es simple de explicar: las relaciones geopolíticas con el mundo y la necesidad de integrarse sin demoras ante un virus que destruye todo lo que toca.